Hoy creo en mí porque no
puedo creer en nada más, porque me doy cuenta de que las verdades no pueden
permanecer escondidas o fingir que son otra cosa, algo distinto a lo que
cualquiera, sin dudarlo, afirmaría que es una pura tautología. Creo en mí
porqué soy vida, un cuerpo que existe y que, como otros cuerpos, a la noche,
cuando todo está oscuro, cae a veces derrotado y se hunde en un estado de ánimo
confuso y próximo a la desesperación. ¿Quién es ese, si no soy yo? Podría ser
que fuese todos a la vez, que mis
ansias no fueran más que las ansias de una humanidad que clama contra la
injusticia, que por mis venas recorriese la sangre de mis ancestros y de mis
descendientes... podría ser que mi identidad fuera tan maleable como una capa
de oro bordada cuya inscripción anunciase mi siguiente metamorfosis. Y seguiría
siendo yo, y mi universo empequeñecería si yo de repente decidiese convertirme en
un gigante, y mi alma sería un caos tan terrible y tan hermoso que quizás
tuviera que incendiarla, y la hoguera sería mi esencia, la última palabra
pronunciada por mis cenicientos labios. Después todo seguiría igual, otra
verdad miraría de anteponerse y de aliviar el dolor que la pereza diurna
infunde sobre las cosas, y también sobre los hombres. El bochorno, el paisaje
infinito, las chicharras... todo lamería lujuriosamente la inocencia del que aun no sabe en qué creer, procurando, casi
con toda probabilidad, destronar a su ímpetu y a su coraje, como si bastara con
que la naturaleza se confabulase para marchitar la vida que aun tuviese que
nacer. Hoy creo en mí porque cada pálpito que siento me recuerda la fragilidad
de la que estoy hecho... Me doy cuenta de que solo soy alguien más en un mundo
de "alguienes" anónimos que
se preguntan lo mismo que yo. ¿Dónde? ante un mar de plata. El oleaje son finas
láminas de vidrio que ascienden hacia el cielo, como si un espejo milenario de
pronto se fuese alzando ante la nada. Uno ve ahí, por un instante, su rostro
reflejado, absorta su mirada en un vacío insondable... y más tarde se
descompone, sucumben las olas y con ellas todo lo demás. Soy un hombre abocado
a disfrazarse y también dispuesto a trasquilar su piel en beneficio del decoro.
Y tras la carne habrá ausencia, y silencio, y un rumor tan salvaje que ya nadie
recordará lo que había antes, si era blanco o si era negro, o si mi piel era de
un color tan extraño que ni siquiera parecía la de un hombre... Nadie
sabrá como me llamo. Tal vez hasta yo lo olvidaré. La verdad debe ser simple, desnuda,
esencial, tan lánguida que el soplo de un grillo lograse derribarla.
jueves, 26 de diciembre de 2013
martes, 24 de septiembre de 2013
Horizontes contradictorios
Todo, menos uno que escribe,
respiraba de una manera tan calmada, que casi llegué a olvidar que me hallaba
muerto. Yo había fallecido hacía ya más de cien años, justo antes de que
asesinaran a J.F. Kenedy. Mi muerte, como prácticamente todas, fue accidental
además de estúpida. Un trago de salmorejo fue el culpable de mi pronta
desaparición terrenal... Nos encontrábamos todos en el jardín, había invitado a
mis amigos para celebrar que aun nos seguíamos viendo, que pese al tiempo
transcurrido y algunas desgracias acaecidas que ahora no nos detendremos a
relatar, permanecíamos tan unidos como al principio. Preparé un salmorejo de
primero, desde hacía relativamente poco me había aficionado al arte culinario,
y quería mostrarles mi obra, hacerles degustar lo que para mí era un plato
exquisito digno del mejor restaurante de alta cocina. Lo cierto es que nada,
mientras licuaba el tomate, presagiaba lo terribles que las siguientes horas
iban a ser. El tiempo es caprichoso, no se detiene ni concede treguas, es como
un agujero que lo absorbe todo sin distinciones... No importa lo que fue o lo
que es, sino lo que inevitablemente vendrá. Eso es el tiempo, una eterna
incerteza que nos impide saber aquello que seremos. Pienso que los detalles la mayoría de las veces son
innecesarios, por ello sólo diré que una miga de pan se me quedó atravesada en
la garganta... Me llevaron al hospital y... bueno, lo demás os lo podéis
imaginar. A mi funeral no acudieron demasiadas personas, tal vez por mi
carácter en vida un poco terco, no lo sé, no me arrepiento de nada, pues al fin
y al cabo así pude asegurarme que a él no asistiera nadie por mero compromiso. Ya
sé que me alargo demasiado en cuestiones aparentemente menores y sin
importancia, y quizás valga más la pena, pensaréis, que os explique que es lo
que hay por aquí y en que consiste exactamente esto de estar muerto. Os diré
que la muerte es un estado que se alza en un lugar terrible, oscuro y
antitético, el error y la contradicción es la forma natural de todo lo aquí
visible, que no es gran cosa, por cierto. La nada es la causa de todo el
origen, la salvia que alimenta este enjambre de seres moribundos con ansias de
retornar. Somos como bailarinas que el aire, tras un soplo de afrenta, viola
sólo por ser bellas... La muerte nos arrebata el alma y nos vacía por dentro,
¿y luego? Ya regreso ya, retorno al hilo principal. Tal y como he comenzado
relatando, el otro día temí sentir una vez más un pálpito que me llevase a la
resurrección, como si de nuevo mis vísceras quisiesen interpelar a mi exánime
cuerpo, como si mis venas otra vez quisieran sentir mi sangre recorrerlas, como
si ya hubiese tenido bastante de aquel estado inerte, vegetativo, del que tanto
os vengo hablando. No era yo, sino las demás cosas: las paredes, la cama, la mesa,
el flexo, los libros, incluso la tenue luz que bate a veces la sombra de
nuestros descarnados rostros... todo, sorprendentemente, se contraía y agrandaba a un ritmo celestial,
tan armonioso que incluso dudé estar soñando. ¡Si ya no sueño! - me dije- Sólo
es otra idea, otro pensamiento que evoco para expulsar de mí lo que todavía ni
existe -aunque me pese...- Y después caí
rendido. De golpe ahí se cernió una oscuridad más profunda de lo habitual...
los sonidos provenientes de lejos llegaban como las olas que apenas llegan a
encaramarse sobre la arena de la playa: lacerados, apenas perceptibles... Y como
una madre que abandonase a su hijo, una espuma blanca permanecía un breve
instante...
lunes, 5 de agosto de 2013
¡No esperes!!
Permanecía quieto entre
rarezas, absorto en diminutos pliegues que colgaban de un firmamento tan vasto
como la memoria de toda la humanidad extendida una y otra vez sobre un círculo
vicioso. No deseaba cambiar nada, de hecho, de nada se hallaba seguro, no
quería cambiar la vida, sino esperar a que tal vez la vida le cambiase a él...
Algunas noches hacía
demasiado frío como para persistir inmutable en aquel lugar tan tenue y aterrador...
Del aire, brotaban a menudo en mitad de
la noche los aullidos de una mujer que padecía. Todo era como debía ser, ¿qué
otro plan, para él, iba a esconder un sitio como ese?
En más de una ocasión
escuchaba las voces de los otros, de
aquellos que imaginan que tras el caos hay un cosmos resplandeciente, una
solución a cada tramo de vida, a cada amargo resquicio de la tierra, como si el
azar solo fuese digno de un mundo místico e ignorante... Él, en cambio, afirmaba
que las causas no eran tales sino meras conjeturas que terminarían
desvaneciéndose...
Un día, por casualidad, vio
su rostro reflejado en el espejo del tiempo. Fue entonces cuando observó por vez
primera, después de muchos años, su ajado y marchito semblante. No quedaban
sombras de aquella cara infantil, de la
inocencia de la primera mirada, de la incultura o de la idiotez... No quedaba
nada del animal que fue en su origen. Sólo vio, y tiritando, a un hombre
domesticado, a un ser encerrado en una jaula incapaz de pronunciar una palabra,
a alguien enfrentado en un dilema contra su propio ser... Un soplo de aire frío
acarició sus tibias mejillas, aliviando
así por un instante la incoherencia tan vasta que, súbitamente, terminaba de
invadir a su razón.
La espera había sido
infructuosa, un estado de inercia tan absurdo que lo único que lamentaba era no
poder comenzar de nuevo...hallarse tan lejos del principio, tan arraigado a su conciencia,
que ya nada ni nadie le permitía volver atrás.
martes, 9 de julio de 2013
Antes de nosotros
Incluso antes de que
anocheciese, y de que la tarde terminase de caer, y de que la lluvia arreciase
con más fuerza, incluso antes de que nadie hubiese nacido, lo mismo seguía
ocurriendo por aquellos innombrables parajes. La vida era un enigma
indescifrable, una extraña condición que nadie se llegaba a cuestionar. No
había pensamientos, ni nada sobre lo que cupiese guardar esperanza alguna, la
suerte era el destino... solo eso. No
había tiempo, y quizás tampoco espacio, el mundo era un caos del que solamente
ahora se nos permite hablar. A veces, una flor nacía entre dos rocas, y aquello
no era un milagro sino el origen de las demás cosas... De los pétalos de
aquella flor nacieron los mares y las montañas, y de su corola brotaron las chispas
que incendiaron la oscuridad. No estábamos entonces, cuando el rumor de las
olas aun podía confundirse con el murmullo del viento, o cuando los mitos
todavía esperaban, pacientemente, el momento en que se harían cargo de ese estado de puro y tribal
salvajismo... Faltaban solo los sentidos: la vista, el olfato, el oído...
faltaban los nombres, los olores que emanaban de lo que aun no era ni
pronunciable. Todo era lo mismo, la misma naturaleza, la misma alma. Cada pálpito era una premonición, la sospecha
de que pronto íbamos a aparecer nosotros, la sombra alargada que se escabulle
porque se sabe culpable... Todo, inesperadamente, comenzó a ordenarse, a seguir
un rumbo a la deriva por un mar en calma. Sonaban notas lejanas de un tiempo en
que el rocío lamía sin tregua la tierra yerma sobre la que cada mañana solía
bailar. Mitigamos el ansia de la incoherencia desbordando los límites de la
razón hasta terminar al fin con la belleza. Ya no crecen flores entre dos
rocas, o quizás es que no somos ya capaces de verlas, sí, más bien será eso, en
realidad, para nuestro asombro, siguen naciendo de este modo... Aquel mundo se
sigue extendiendo, como un universo ingobernable, por los resquicios más
profundos de alguna estrella en el
firmamento.
viernes, 31 de mayo de 2013
Ansiada perfección
La vi varias veces desnuda
esconderse entre las blanquísimas nubes de aquel día estival... Alzaba la mirada
al cielo y la veía alegre, saltando sobre capas de algodón como una niña que no
tuviese nada por lo que preocuparse realmente. Solía reírse sola, pues sola
estaba, a tanta distancia del primer ser humno con el que podría entablar
conversación, que, sin apenas dudarlo, afirmaríamos que ahí la vida era
posible, una aspiración al alcance de cualquiera.
Yo estaba en el submundo de
su mundo, recostado sobre el tronco de una milenaria encina, en un lugar tan
irreconocible que parecía haberse hecho realidad al
mismo tiempo que un mago pronunciaba las palabras escritas de un libro en el que la belleza apenas podía
contenerse en sus letras. Contemplaba el lago, procurando transitar con
volubilidad por todos los recuerdos que acudían a mi cabeza, o a mi memoria, o
a donde sea que los recuerdos acudan. Era al atardecer, cuando los rayos de sol
comienzan a acoquinarse y desmerecen el brío con que horas antes inundaron la
pátina que recubre al mundo que habitamos, y cuando el tono de la vida muda con
sutileza, casi de manera imperceptible.
Aquella calma sobrecogedora terminaba
por aburrirme, era extraña la perfección que contemplaban mis ojos al mirar en
frente, al observar el alma añil de las cosas, al fin, de todo lo que se
inclinaba hacia mí, igual que en un sueño fastuoso donde algo nos revela que lo
soñado es fugaz; un instante atrofiado como una nota musical por la sordina.
Me bastaba, por tanto,
inclinar el cuello hacia arriba... Cada vez que lo inclinaba parecía que
sorbiese aquel majar de los Dioses llamado ambrosía. Ello no me amedrentaba, no
me importaba estar lejos del Olimpo, porque así al menos la veía, aunque
solamente la viese esconderse si se daba cuenta de que yo la miraba.
Alguna vez se dio la vuelta.
Su cuerpo, girado de aquella manera, parecía el escorzo de una Venus, sobre su
espalda refulgían como ópalos incandescentes los deseos que el calor de sus
mejillas ataviaba tan infantilmente. La hubiera besado, a pesar de la
distancia, tal vez un ínfimo roce de nuestros labios hubiese bastado para rendirme,
para al fin poder ahogar la incesante ansia de búsqueda de la perfección.
lunes, 27 de mayo de 2013
La vida no es sueño
Los sueños no deben cumplirse
sino soñarse... ¿Qué nos quedaría tras conquistarlos?, no podríamos desear,
seríamos meros autómatas cumpliendo con un fin aciago, como una raza que lo
único que persiguiese fuera materializar sus narcóticos ideales... ¿para qué?
Debemos aspirar a un poco
más, evitar confundir lo irreal con lo auténtico, intentar concentrarnos en lo
verdaderamente alcanzable, es decir, en
lo intrascendente, en la cara oculta de las cosas, en lo simple... ¡Ojalá pudiésemos
volar, como en aquel sueño donde extendiendo en horizontal y a ambos lados los
brazos y moviéndoles arriba y abajo igual que un pájaro cuando comienza a aletear,
surcamos el cielo y atravesamos las nubes... Vemos desde arriba pequeñita la
ciudad, las casas se ven diminutas... Nadie nos observa, en verdad nadie es
testigo de nuestra improbable proeza, ni siquiera nosotros mismos... Nuestra
conciencia se halla tan profundamente aletargada, que el recuerdo será vago,
difuminado por una espesa neblina surgida de la nada. Al despertar, añoraremos una
mentira, un retazo de nuestra inconsciencia, por tanto, un puñado de ficciones
confluyendo en un mismo punto, tan embelesador como trágicamente amargo.
La amargura vendrá de la
impotencia, de la desobediencia de la razón a los paradigmas cotidianos...
Seremos capaces de reconocernos, de vernos ahí, apacibles, rallando el cielo, y
entonces, nuestra razón no comprenderá que no lo intentemos, que no seamos
capaces otra vez de extender los brazos para sentir de nuevo la misma sensación...En
consecuencia, permaneceremos fijos, arrellanados en el sillón de casa, dubitativos,
tan temerosos como antes de acostarnos. Un prolijo recuerdo se acercará
lacónico a nosotros, nos veremos entonces imbuidos de una inexplicable
gallardía, y la querremos para siempre... Fue
un sueño, debería recordarnos una voz ausente...
El malestar de la razón es el
malestar del alma... la espada envainada en el campo de batalla. La vida se
vive al despertar, y se sueña para ser feliz, de otra manera no sería
comprensible que fuese por la noche cuando dormimos. Tras las fatigas diarias,
tras un día triste que pasamos cobijados en las golfas del olvido, vertemos tibieza
sobre el frío... una llama sobre el inmenso océano... Pero nada más, eso es
todo, no hay otra explicación.
Muchos querrán hallar un
significado en el sueño, un símbolo inequívoco de un camino a seguir... Es
cierto, todo significa algo. Lo extraño
sería que algo no significase nada, que alguna cosa pudiese ser sin querer decir nada, que la nada,
en el sentido más estricto de la palabra, fuera lo único pensable de tan extraña existencia. Bastaría responderles:
los sueños nos hacen más felices. Celebrémoslo. Soñemos siempre que alcanzamos
lo inalcanzable. Luego, al despertar, vivamos un poco.
martes, 7 de mayo de 2013
Inminente revolución
La calma estival arrasó con las notas más graves de aquella
espantosa primavera, plagada de lluvias y de días grises, llena de tristeza
como un pantano vacío...
Todo quedó en calma, en inusitada paz... Parecía que el mundo
hubiese comenzado justo aquellos días, que el alma de las sombras hubiese
despertado de un aletargamiento circunstancial.
Un vívido silencio coronaba la paradójica representación, en
eso consistía la nueva época, en un crujir ralentizado que no terminaba de
chirriar.
Blandían las calles los edificios, salpicados de pereza y de
desolación, pero no importaba, bastaba restregarse los ojos para tomar
auténtica conciencia de lo verdaderamente observable.
Las chicharras gobernaban los minutos, las horas y las
semanas, consagrando su canto a un Dios infernal, y relamían las ilusiones de
aquellas pocas personas que todavía se atrevían a soñar. Devastadoras de Aves Fénix, mataban sin quererlo.
A lo lejos, aunque no se sepa aun bien de qué, un lugar
resplandecía. Nadie osaba acercarse. El miedo paralizaba a hombres y a mujeres,
que no eran más que simples y ensombrecidos pegotes en un punto de paso...
Algunos niños jugaban sin ganas; seguramente probaban a ser
niños... Era triste observarles, adivinar en sus miradas la pereza que les
suponía correr detrás de la pelota. Las madres, sofocadas, musitaban algo al
primer desconocido que pasaba.
Y pese a todo, incluso pese a aquel calor asfixiante, había
motivos para sentirse esperanzado... Algo empezaba a cambiar.
jueves, 11 de abril de 2013
¡Actúa!
El ciclomotor echó a volar cual gaviota que de pronto decide
ir a pie por el monte. Desplegó sus alas y alzó el vuelo... Ni la espesura de
la noche, ni el frío del invierno, amansaron sus ansias... Las estrellas eran
como luces restregadas por una especie de criatura mitológica. Sonaban las
campanas, sus tañidos golpeaban contra la calma inmersa en los arrabales... Y
él lo veía, observaba, desde la altura, a sus viejos compañeros, todavía a
aquellos pequeños ciclomotores que no habían aprendido a volar. Se apiadaba del
servilismo del que él antes también pecaba, de la soledad que padecían sus
camaradas, ahí, abandonados en la calle, tal vez ajenos a la realidad que
forzosamente les constreñía. Y desde la tierra, cualquiera que mirase al cielo,
vería un cuerpo "desmundado", una cosa apartada... Un misterio
desterrado que lograba pertenecer desde la nada. Como quien muere en vida, pero
al revés. A cada instante, quedaba fascinado y sonreía. Parecía que ocultase un
dolor inmenso. Recordaba, remotamente, las carreteras, igual que un eco muy lejano y
apenas perceptible. El asfalto era distinto. Los callejones, que tantas veces había
recorrido hasta ayer, eran diferentes, como aparecidos por arte de magia tras
inspirarse un brujo en su imprecisa memoria; lugares
extraños y destartalados. Míseros retazos de una verdad reinventada. Después
quiso recorrer la luna y los demás planetas, orbitar por la galaxia como una
nave sin rumbo en medio del infinito... Posiblemente fue un suicidio
premeditado; y aun y así no le importó. Dejó una examine estela. Un vago
recuerdo unido para siempre a una noche inconcebible.
domingo, 7 de abril de 2013
La Banca y el Gran Milagro del Siglo XXI
Cuando la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre comenzó a
imprimir billetes sin control hubo que tomar una medida de urgencia, el
Ministerio de Hacienda y Economía decretó repartir a cada uno de los ciudadanos
de su país la cantidad de un millón de euros. Eso sí, la aparente obra de
caridad quedaba sujeta a una condición indispensable. Cada persona que
decidiese optar al millón de euros debía permanecer sin comer hasta el momento
de su entrega.
Se decidió que en cada provincia del país una oficina de una
entidad bancaria concreta sería la encargada de repartir el dinero. Asimismo,
quedó establecido que la histórica fecha tendría lugar a partir del día uno de
agosto. Por último, y a fin de controlar el estricto cumplimiento de la
condición de no comer nada hasta poseer materialmente la suma garantizada, se
movilizaron a militares y policías de todo el territorio. Ellos, se dictaminó,
juntamente con los cajeros que dispensasen el dinero, iban a ser los únicos
que, por su labor desempeñada, no
permanecerían obligados a cumplir con lo estipulado en el Decreto del
Ministerio.
Tal y como era de esperar, el mismo día en que se dio a
conocer la extraordinaria noticia se formaron en todas las entidades bancarias
escampadas a lo largo y ancho del país colas interminables de personas
desesperadas que albergaban la esperanza de
acertar por fortuna la oficina donde iba a producirse lo que se empezó a
denominar "El Gran Milagro del Siglo XXI". Casi todo el mundo,
aprovechando que la prohibición de comer no iba a ser efectiva hasta justo entrado
el día uno, hacía cola provisto de una cantidad ingente de comida.
Sin demasiados incidentes, sobre todo en comparación a lo que
sobrevino más adelante, llegó la hora en que se dieron a conocer las cincuenta
entidades del país que iban a llevar a cabo la gesta. La migración fue un
espectáculo incomparable a nada que hubiese acontecido con anterioridad, miles
de accidentes de coche tuvieron lugar aquella jornada. Los heridos quedaron ahí,
tirados en la carretera. Nadie quería tener que permanecer varios días sin comer, se trataba de llegar a
la oficina lo antes posible. No importaba nada, la muerte era un precio justo
que algunos debían de pagar.
El país entero quedó paralizado. El hombre jamás se había
sentido más libre, más puro, más ajeno al prójimo... Las previsiones más optimistas estimaban que
la duración del acontecimiento iba a ser, al menos, de tres semanas. Los dos
primeros días transcurrieron en relativa calma. Nadie osaba hacer trampas, la
gente se sentía vigilada por los militares, no valía la pena arriesgarse y
perderlo todo. Muchos fueron los que, tras más de setenta horas de interminable
espera, perdieron el conocimiento, pero ni siquiera los familiares más directos
de los desfallecidos querían hacerse cargo de ellos. La única realidad que
contemplaba cada individuo era la de seguir avanzando en la cola, continuar
adelante, aproximarse minuto tras minuto un poco más al ansiado millón de euros.
Todo había perdido trascendencia, era como si la vida hubiese terminado, como
si el hecho de que toda la masa deseara lo mismo desfigurase las demás cosas,
también las aparentes banalidades que, en cualquier otro momento, hubiesen
hecho sonreír a más de uno. Transcurrida la primera semana, eran pocas las
personas que aun se tendían en pie, el sofocante calor del verano empeoraba
mucho las cosas. Por lo visto, no comer, no era por sí sólo una muestra
suficiente del amor al capital.
Al fin, llegó el día en que ya apenas hubo trabajo. El
veintidós de julio terminó la tragedia. Murieron muchas personas. Se computaron
en todo el país hasta quince asesinatos. Se podría afirmar, salvo porqué un
ciudadano, el último en entrar en una oficina de una provincia costera, se
quedó sin el millón de euros, que todo ocurrió según lo predicho por el
Ministerio de Hacienda y Economía. Al pobre hombre le dijeron que las
previsiones habían sido inexactas y que no tenían si quiera ni un céntimo para
darle. Sucumbió ahí mismo, delante del mostrador.
Pasaron más de dos meses, era octubre cuando ocurrió el
último incidente del que se tiene constancia relacionado con "El Gran
Milagro del Siglo XXI". Por lo visto,
Carlos, así se llamaba el hombre que se quedó sin el millón de euros, logró
ser feliz. Pese a ser la única persona pobre de todo el país, dicen, poseyó
intactas sus ganas de vivir y de seguir adelante... Un grupo de cinco
encapuchados le asesinaron.
Esta es la historia de una época que fue gris. Murieron miles
de personas, pero la banca, qué duda cabe de ello, salió victoriosa y alentada gracias
a su magnanimidad exhibida durante los veintiún días que duró aquel cínico
espectáculo.
miércoles, 3 de abril de 2013
Libertad: una utopía
Creer en la libertad es el primer paso hacia la servidumbre,
la primera gran idea que, proviniendo del exterior, empezará a expandirse hasta
envolver la esencia de todo aquello que, de otra forma, podría haber llegado a
ser algo más íntimo. Deseamos ser nosotros mismos, pero para eso tenemos que
renunciar a nuestro yo, es decir, a nuestros deseos más inconfesables, a
nuestras ansias más extravagantes... También anhelamos ser normales, y para ser
normales no podemos permitirnos tener según qué pensamientos... Alejarnos de
los convencionalismos sería como renunciar a la raza a la que pertenecemos. Tenemos
miedo a la soledad, por eso obedecemos y nos comportamos como se espera que obedezcamos
y nos comportemos... ¿Quién quiere ser un extraño en un mundo en el que se
arroja al abismo todo lo que no llega a comprenderse? El yo es un estigma que
la sociedad procura extirpar lo antes posible... El sano es el autómata, el
predecible, el que imita sin saber lo que imita, el que actúa antes de saber
nada, el que, ante la vorágine más desconcertante, se siente tranquilo e
incluso intensamente amado por el prójimo. Es normal que pensemos que somos
dueños de nuestras creencias, que somos nosotros quienes elaboramos la forma de
nuestros ideales, y es que ya no somos capaces de ver las fuerzas externas que
nos inclinan, nunca mejor dicho, a razonar de una u otra manera... El poder se
vuelve invisible cuando actúa prematuramente... Sólo en los niños detectamos de
vez en cuando una mirada genuina aun capaz de sorprendernos por su misteriosa
singularidad, de tal modo que los más pequeños parecen ser los únicos que hacen
frente a ciertos dictámenes sociales que, por uno u otro motivo, no terminan de
arraigar en ellos. Nos hallamos en un estado problemático, en un punto en el
que las incoherencias se suman unas a otras y en donde cada intento por escapar
del absurdo se convierte en un paso al hundimiento definitivo de nuestra
auténtica manera de ser. Y es que, y en este punto radica el drama, para poder
pertenecer a algo debemos dejar de pertenecernos a nosotros mismos, debemos
abandonarnos para siempre, en definitiva, debemos renunciar a superar toda
trascendencia si queremos acoplarnos a la incesante marcha del "homus
imitacus". Son varios los focos de
poder que ahogan cualquier mínima esperanza de conquistar el gozo de
descubrirse a sí mismo. La política, los medios de comunicación, la escuela, la
psiquiatría, la iglesia, la ciencia... y en general, todas aquellas
instituciones que son poseedoras del conocimiento y que a su vez se les ha
encomendado transmitirlo, son las que fomentan el objeto de la discusión
planteada. Para el psiquiatra, por ejemplo, quien no actúa con normalidad es un
neurótico, para la Iglesia, quien no cree en Dios es un descarriado... El
conocimiento, vemos, no se manifiesta como un cuerpo indivisible que da cuenta
de lo que se idea o se plantea en el mundo, sin más, sino como un
"fragmentador" de la unicidad que lo único que propicia es la
necesidad de adhesión a fin de formar parte de alguna cosa. Nada es tan terrible como tomar
conciencia de que ya no hay vuelta atrás. Alejados de la temida soledad,
podríamos cuestionarnos, ¿quién me ampara ahora?, ¿en que me diferencio de los
demás? Y encontraríamos, probablemente, alguna respuesta, lo que no es tan claro es el motivo por el
que nos iba a satisfacer la misma: ¿bien por ser quienes somos, bien por haber
acatado los mandamientos que inundan a nuestros sentidos nada más comenzar a
participar en este carnaval que es la vida que vivimos?
miércoles, 13 de marzo de 2013
Cine
Mis veinte películas preferidas:
1.- Persona (Dir: I. Bergman)
2.- El hombre elefante (Dir: D.
Lynch)
3.-
Blade Runner (Dir: R.Scott)
4.- La naranja mecánica (Dir: S. Kubrick)
4.- La naranja mecánica (Dir: S. Kubrick)
5.- Qué bello es vivir (Dir: F.
Kapra)
6.- El apartamento (Dir: B.
Wilder)
7.- El secreto de vivir (Dir: F.
Kapra)
8.- Rebecca (Dir: A. Hitchcock)
9.- La ventana indiscreta (Dir:
A. Hitchcock)
10.-
Taxi Driver (Dir: M. Scorsese)
11.- Noches blancas (Dir: L.
Visconti)
12.- Trilogía El Padrino (Dir: F.
Copola)
13.- Network, un mundo implacable
(Dir: S. Lumet)
14.- El resplandor (Dir: S.
Kubrick)
15.- Una noche en la ópera (Dir:
S.Wood)
16.- Pulp Fiction (Dir: Q.
Tarantino)
17.- Atrapado en el tiempo (Dir:
H. Ramis)
18.- Pi, fe en el caos (Dir: A.
Aronofsky)
19.- El séptimo sello (Dir: I.
Bergman)
20.- Vivir (Dir. A. Kurosawa)
lunes, 11 de marzo de 2013
Dudas cartesianas
René deseaba escapar de la estancia, salir de una vez de
entre aquellas cuatro paredes. La habitación era pequeña, minúscula en
comparación a las habitaciones en que él estaba acostumbrado a morar. Unas
sábanas mugrientas cubrían el colchón, tan raído, que resultaba penoso imaginar meramente tener que dormir ahí. Se
respiraba un olor nauseabundo, la suciedad alcanzaba a todos los rincones. El
sitio era inmundo, indecente, nada
habría valido la pena salvar de haber acontecido un inesperado
cataclismo.
René no recordaba como había llegado a tan cochambroso lugar,
la grasa se escurría por las paredes, ¿cuánto tiempo haría que nadie limpiaba
en la habitación? años probablemente, el aire era infecto, de tal manera que
respirar resultaba una experiencia cercana a la agonía... El suelo, mullido por
los restos de comida, envoltorios, líquidos desparramados y colillas de cigarros, era lo más asqueroso de
todo, al pisar parecía que caminases por un vertedero, o peor aun, porque un
vertedero al menos responde a su naturaleza funcional, lo cual,
indiscutiblemente, suaviza la indecencia
a la que está expuesto. En la estancia era distinto, pensar que uno tenía que
permanecer ahí, habitar ese lugar como otros habitan su casa, convertía aquel
espacio en una especie de sala del olvido relegada a la mera acumulación de
residuos malolientes...
Las cucarachas salían de todos sitios, con tan solo dar un
paso escapaban despavoridas, incluso por las paredes caminaban algunas... ¿Por
qué no había ninguna puerta?, ¿por qué no era posible escapar? René no
comprendía nada, él siempre había sido una persona limpia, alguien, incluso,
especialmente preocupado por la higiene... ¿Un castigo?, ¿de quién?
Al tercer día, René quiso rememorar, hallar la verdad,
descubrir a través de su entendimiento qué era lo que estaba sucediendo ahí.
Empezó a descartar absurdas hipótesis, como por ejemplo que estuviera preso en
una cárcel: él siempre se había considerado a sí mismo una buena persona,
alguien que procuraba por los demás y a quien la más trivial de las desgracias,
tanto propia como ajena, le conmovía al punto de perturbar severamente su
sosiego espiritual. ¡La locura!, tal vez se hubiese vuelto loco y nada de lo
que le parecía vivir lo estuviese viviendo en realidad, pero eso tampoco le resultaba demasiado plausible, René siempre había sido una persona sensata, cuerda, es decir, en
sus plenos cabales, ¿a santo de qué la locura le habría estocado a él? Ninguna
explicación satisfacía su intento por hallar la verdad... Tras varios días,
cabe decirlo, sin comer y solamente bebiendo los restos de agua que quedaban en
algunos de los envases esparcidos por el suelo de la habitación, concluyó que
nada era capaz de explicar aquello, que no era posible a través de su ingenio racionalizar
lo que estaba por encima de la razón...
Se quedó solo, desnudo, con la única certeza de su existencia... Él era
capaz de sentir, eso sí, pero no podía
afirmar nada más, si quiera, que el olor que él percibía, fuera un olor real...
¿Y si soñaba?, ¿y si la vida aun no había comenzado?
jueves, 7 de marzo de 2013
Sobre la no presentación
Tras tres
días de la creación de mi blog y dos textos publicados en él, aquel y yo hemos
decidido, por unanimidad, no presentarnos. Tal vez, el último día, y si el
mismo tiene lugar, claro, lleguemos a decir algo al respecto.
¡Sublévate!
Sublévate... olvídate hoy de que las cosas son como son, eso,
sin duda, te aletarga. Es verdad, ayer todo giraba alrededor de las normas,
de la ley humana y de la ley natural, pero, exactamente ¿qué significa eso?
Significa que ayer todavía creías en absurdas costumbres e infundadas
supersticiones, en extrañas bagatelas de orígenes ancestrales, ¿eres tan ínfima
materia?, ¿un mero recipiente donde depositar incongruencias? Espero que
respondas "No" de manera rotunda, pero sepas que no me bastará, la palabra, y sirva de excepción, no será
suficiente esta vez.
Os explicaré lo que, en mi opinión, han hecho con nosotros. Nos
han aniquilado, han modelado nuestras mentes hasta lograr el efecto deseado: la
domesticación del hombre. Hay que alzarse contra los que pretenden convencernos.
Las convicciones nacen de los ideales, no de la dramaturgia. No seamos
irracionales, el poder es fruto de una debilidad, tal vez, la más primitiva del
ser humano: el miedo. Para hacer frente al miedo, hay que desnudarse ante él,
mostrarse uno tal y como es, sin velos usados ni
antiguos ropajes que atavíen la auténtica naturaleza humana... Después vendrá el
pudor, claro, nos hallaremos solos, sin nada a lo que aferrarnos, el vértigo
nos hará retroceder, pero seguiremos, continuaremos con la afrenta porque ya es lo último que nos quedará. ¡Atacar! ¡Desarropar a nuestras neuronas de tanta
bobería y de tanta insensatez!
Nos controlan, y además con vileza. Perforan nuestro subconsciente
y luego afirman que somos nosotros los que escogemos. Nos hacen venerar a su
amada democracia, sí, ¿recordáis? ¡a permanecer cómodamente arrellanados en el
sillón de casa durante cuatro años mientras unos tejen y otros manejen!
Deberíamos dejar todos de pagar nuestras hipotecas, ¡todos!,
¿nos meterían en la cárcel? ¡si somos más de dos millones! Así aprenderían que
con el pueblo no se juega, que al fin hemos despertado y que pronto terminará la locura. El país zozobra, es cierto,
pero nos importa una mierda el país. Somos personas, la carne es la que pisa la
tierra, la que sufre, la que padece, la que tiembla cuando algún descerebrado
decide recortar en sanidad... A la mierda también las fronteras... Todo son
ilusiones, apariencias cuyo único fin es el control, la vigilancia perpetúa sobre
nuestros actos... Abolamos la mentira, arrojemos al abismo la decadencia que
nos envuelve y nos sucumbe cada día más en el pantano de la indiferencia.
A los medios de comunicación: ¡que os den! A los políticos: ¡que os den! A los corruptos: ¡que os den!...
Haz algo. Cuando acabes de leer esto, haz algo, por favor,
lo que sea, pero no te quedes impasible, no permitas que las letras que
terminas de leer ahora, plácidas, se aduerman en tu todavía desmembrada cabeza...
Grita al menos, demuéstrate a ti mismo que has sentido el cambio... ¿o acaso quieres
ser siempre el triste esclavo de una espina que no te ama?
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