lunes, 11 de marzo de 2013

Dudas cartesianas


René deseaba escapar de la estancia, salir de una vez de entre aquellas cuatro paredes. La habitación era pequeña, minúscula en comparación a las habitaciones en que él estaba acostumbrado a morar. Unas sábanas mugrientas cubrían el colchón, tan raído, que resultaba penoso  imaginar meramente tener que dormir ahí. Se respiraba un olor nauseabundo, la suciedad alcanzaba a todos los rincones. El sitio era inmundo, indecente, nada  habría valido la pena salvar de haber acontecido un inesperado cataclismo.

René no recordaba como había llegado a tan cochambroso lugar, la grasa se escurría por las paredes, ¿cuánto tiempo haría que nadie limpiaba en la habitación? años probablemente, el aire era infecto, de tal manera que respirar resultaba una experiencia cercana a la agonía... El suelo, mullido por los restos de comida, envoltorios, líquidos desparramados y  colillas de cigarros, era lo más asqueroso de todo, al pisar parecía  que caminases por un vertedero, o peor aun, porque un vertedero al menos responde a su naturaleza funcional, lo cual, indiscutiblemente,  suaviza la indecencia a la que está expuesto. En la estancia era distinto, pensar que uno tenía que permanecer ahí, habitar ese lugar como otros habitan su casa, convertía aquel espacio en una especie de sala del olvido relegada a la mera acumulación de residuos malolientes...

Las cucarachas salían de todos sitios, con tan solo dar un paso escapaban despavoridas, incluso por las paredes caminaban algunas... ¿Por qué no había ninguna puerta?, ¿por qué no era posible escapar? René no comprendía nada, él siempre había sido una persona limpia, alguien, incluso, especialmente preocupado por la higiene... ¿Un castigo?, ¿de quién?

Al tercer día, René quiso rememorar, hallar la verdad, descubrir a través de su entendimiento qué era lo que estaba sucediendo ahí. Empezó a descartar absurdas hipótesis, como por ejemplo que estuviera preso en una cárcel: él siempre se había considerado a sí mismo una buena persona, alguien que procuraba por los demás y a quien la más trivial de las desgracias, tanto propia como ajena, le conmovía al punto de perturbar severamente su sosiego espiritual. ¡La locura!, tal vez se hubiese vuelto loco y nada de lo que le parecía vivir lo estuviese viviendo en realidad, pero eso tampoco le resultaba demasiado plausible, René siempre había sido una persona sensata, cuerda, es decir, en sus plenos cabales, ¿a santo de qué la locura le habría estocado a él? Ninguna explicación satisfacía su intento por hallar la verdad... Tras varios días, cabe decirlo, sin comer y solamente bebiendo los restos de agua que quedaban en algunos de los envases esparcidos por el suelo de la habitación, concluyó que nada era capaz de explicar aquello, que no era posible a través de su ingenio racionalizar lo que estaba por encima de la razón...  Se quedó solo, desnudo, con la única certeza de su existencia... Él era capaz de sentir, eso sí, pero no  podía afirmar nada más, si quiera, que el olor que él percibía, fuera un olor real... ¿Y si soñaba?, ¿y si la vida aun no había comenzado?

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