lunes, 5 de agosto de 2013

¡No esperes!!

Permanecía quieto entre rarezas, absorto en diminutos pliegues que colgaban de un firmamento tan vasto como la memoria de toda la humanidad extendida una y otra vez sobre un círculo vicioso. No deseaba cambiar nada, de hecho, de nada se hallaba seguro, no quería cambiar la vida, sino esperar a que tal vez la vida le cambiase a él...

Algunas noches hacía demasiado frío como para persistir inmutable en aquel lugar tan tenue y aterrador... Del aire,  brotaban a menudo en mitad de la noche los aullidos de una mujer que padecía. Todo era como debía ser, ¿qué otro plan, para él, iba a esconder un sitio como ese?

En más de una ocasión escuchaba las voces de los otros, de aquellos que imaginan que tras el caos hay un cosmos resplandeciente, una solución a cada tramo de vida, a cada amargo resquicio de la tierra, como si el azar solo fuese digno de un mundo místico e ignorante... Él, en cambio, afirmaba que las causas no eran tales sino meras conjeturas que terminarían desvaneciéndose...

Un día, por casualidad, vio su rostro reflejado en el espejo del tiempo. Fue entonces cuando observó por vez primera, después de muchos años, su  ajado y marchito semblante. No quedaban sombras de aquella cara infantil, de  la inocencia de la primera mirada, de la incultura o de la idiotez... No quedaba nada del animal que fue en su origen. Sólo vio, y tiritando, a un hombre domesticado, a un ser encerrado en una jaula incapaz de pronunciar una palabra, a alguien enfrentado en un dilema contra su propio ser... Un soplo de aire frío acarició sus  tibias mejillas, aliviando así por un instante la incoherencia tan vasta que, súbitamente, terminaba de invadir a su razón.

La espera había sido infructuosa, un estado de inercia tan absurdo que lo único que lamentaba era no poder comenzar de nuevo...hallarse tan lejos del principio, tan arraigado a su conciencia, que ya nada ni nadie le permitía volver atrás.