jueves, 26 de diciembre de 2013

Alguien

Hoy creo en mí porque no puedo creer en nada más, porque me doy cuenta de que las verdades no pueden permanecer escondidas o fingir que son otra cosa, algo distinto a lo que cualquiera, sin dudarlo, afirmaría que es una pura tautología. Creo en mí porqué soy vida, un cuerpo que existe y que, como otros cuerpos, a la noche, cuando todo está oscuro, cae a veces derrotado y se hunde en un estado de ánimo confuso y próximo a la desesperación. ¿Quién es ese, si no soy yo? Podría ser que fuese todos a la vez, que mis ansias no fueran más que las ansias de una humanidad que clama contra la injusticia, que por mis venas recorriese la sangre de mis ancestros y de mis descendientes... podría ser que mi identidad fuera tan maleable como una capa de oro bordada cuya inscripción anunciase mi siguiente metamorfosis. Y seguiría siendo yo, y mi universo empequeñecería si yo de repente decidiese convertirme en un gigante, y mi alma sería un caos tan terrible y tan hermoso que quizás tuviera que incendiarla, y la hoguera sería mi esencia, la última palabra pronunciada por mis cenicientos labios. Después todo seguiría igual, otra verdad miraría de anteponerse y de aliviar el dolor que la pereza diurna infunde sobre las cosas, y también sobre los hombres. El bochorno, el paisaje infinito, las chicharras... todo lamería lujuriosamente la inocencia del  que aun no sabe en qué creer, procurando, casi con toda probabilidad, destronar a su ímpetu y a su coraje, como si bastara con que la naturaleza se confabulase para marchitar la vida que aun tuviese que nacer. Hoy creo en mí porque cada pálpito que siento me recuerda la fragilidad de la que estoy hecho... Me doy cuenta de que solo soy alguien más en un mundo de "alguienes" anónimos que se preguntan lo mismo que yo. ¿Dónde? ante un mar de plata. El oleaje son finas láminas de vidrio que ascienden hacia el cielo, como si un espejo milenario de pronto se fuese alzando ante la nada. Uno ve ahí, por un instante, su rostro reflejado, absorta su mirada en un vacío insondable... y más tarde se descompone, sucumben las olas y con ellas todo lo demás. Soy un hombre abocado a disfrazarse y también dispuesto a trasquilar su piel en beneficio del decoro. Y tras la carne habrá ausencia, y silencio, y un rumor tan salvaje que ya nadie recordará lo que había antes, si era blanco o si era negro, o si mi piel era de un color tan extraño que ni siquiera parecía la de un hombre... Nadie sabrá como me llamo. Tal vez hasta yo lo olvidaré. La verdad debe ser simple, desnuda, esencial, tan lánguida que el soplo de un grillo lograse derribarla.