lunes, 27 de mayo de 2013

La vida no es sueño

Los sueños no deben cumplirse sino soñarse... ¿Qué nos quedaría tras conquistarlos?, no podríamos desear, seríamos meros autómatas cumpliendo con un fin aciago, como una raza que lo único que persiguiese fuera materializar sus narcóticos ideales... ¿para qué?

Debemos aspirar a un poco más, evitar confundir lo irreal con lo auténtico, intentar concentrarnos en lo verdaderamente alcanzable, es decir,  en lo intrascendente, en la cara oculta de las cosas, en lo simple... ¡Ojalá pudiésemos volar, como en aquel sueño donde extendiendo en horizontal y a ambos lados los brazos y moviéndoles arriba y abajo igual que un pájaro cuando comienza a aletear, surcamos el cielo y atravesamos las nubes... Vemos desde arriba pequeñita la ciudad, las casas se ven diminutas... Nadie nos observa, en verdad nadie es testigo de nuestra improbable proeza, ni siquiera nosotros mismos... Nuestra conciencia se halla tan profundamente aletargada, que el recuerdo será vago, difuminado por una espesa neblina surgida de la nada. Al despertar, añoraremos una mentira, un retazo de nuestra inconsciencia, por tanto, un puñado de ficciones confluyendo en un mismo punto, tan embelesador como trágicamente amargo.

La amargura vendrá de la impotencia, de la desobediencia de la razón a los paradigmas cotidianos... Seremos capaces de reconocernos, de vernos ahí, apacibles, rallando el cielo, y entonces, nuestra razón no comprenderá que no lo intentemos, que no seamos capaces otra vez de extender los brazos para sentir de nuevo la misma sensación...En consecuencia, permaneceremos fijos, arrellanados en el sillón de casa, dubitativos, tan temerosos como antes de acostarnos. Un prolijo recuerdo se acercará lacónico a nosotros, nos veremos entonces imbuidos de una inexplicable gallardía, y la querremos para siempre... Fue un sueño, debería recordarnos una voz ausente...

El malestar de la razón es el malestar del alma... la espada envainada en el campo de batalla. La vida se vive al despertar, y se sueña para ser feliz, de otra manera no sería comprensible que fuese por la noche cuando dormimos. Tras las fatigas diarias, tras un día triste que pasamos cobijados en las golfas del olvido, vertemos tibieza sobre el frío... una llama sobre el inmenso océano... Pero nada más, eso es todo, no hay otra explicación.

Muchos querrán hallar un significado en el sueño, un símbolo inequívoco de un camino a seguir... Es cierto,  todo significa algo. Lo extraño sería que algo no significase nada, que alguna cosa pudiese ser sin querer decir nada, que la nada, en el sentido más estricto de la palabra, fuera lo único pensable de tan extraña existencia. Bastaría responderles: los sueños nos hacen más felices. Celebrémoslo. Soñemos siempre que alcanzamos lo inalcanzable. Luego, al despertar, vivamos un poco.


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