Los sueños no deben cumplirse
sino soñarse... ¿Qué nos quedaría tras conquistarlos?, no podríamos desear,
seríamos meros autómatas cumpliendo con un fin aciago, como una raza que lo
único que persiguiese fuera materializar sus narcóticos ideales... ¿para qué?
Debemos aspirar a un poco
más, evitar confundir lo irreal con lo auténtico, intentar concentrarnos en lo
verdaderamente alcanzable, es decir, en
lo intrascendente, en la cara oculta de las cosas, en lo simple... ¡Ojalá pudiésemos
volar, como en aquel sueño donde extendiendo en horizontal y a ambos lados los
brazos y moviéndoles arriba y abajo igual que un pájaro cuando comienza a aletear,
surcamos el cielo y atravesamos las nubes... Vemos desde arriba pequeñita la
ciudad, las casas se ven diminutas... Nadie nos observa, en verdad nadie es
testigo de nuestra improbable proeza, ni siquiera nosotros mismos... Nuestra
conciencia se halla tan profundamente aletargada, que el recuerdo será vago,
difuminado por una espesa neblina surgida de la nada. Al despertar, añoraremos una
mentira, un retazo de nuestra inconsciencia, por tanto, un puñado de ficciones
confluyendo en un mismo punto, tan embelesador como trágicamente amargo.
La amargura vendrá de la
impotencia, de la desobediencia de la razón a los paradigmas cotidianos...
Seremos capaces de reconocernos, de vernos ahí, apacibles, rallando el cielo, y
entonces, nuestra razón no comprenderá que no lo intentemos, que no seamos
capaces otra vez de extender los brazos para sentir de nuevo la misma sensación...En
consecuencia, permaneceremos fijos, arrellanados en el sillón de casa, dubitativos,
tan temerosos como antes de acostarnos. Un prolijo recuerdo se acercará
lacónico a nosotros, nos veremos entonces imbuidos de una inexplicable
gallardía, y la querremos para siempre... Fue
un sueño, debería recordarnos una voz ausente...
El malestar de la razón es el
malestar del alma... la espada envainada en el campo de batalla. La vida se
vive al despertar, y se sueña para ser feliz, de otra manera no sería
comprensible que fuese por la noche cuando dormimos. Tras las fatigas diarias,
tras un día triste que pasamos cobijados en las golfas del olvido, vertemos tibieza
sobre el frío... una llama sobre el inmenso océano... Pero nada más, eso es
todo, no hay otra explicación.
Muchos querrán hallar un
significado en el sueño, un símbolo inequívoco de un camino a seguir... Es
cierto, todo significa algo. Lo extraño
sería que algo no significase nada, que alguna cosa pudiese ser sin querer decir nada, que la nada,
en el sentido más estricto de la palabra, fuera lo único pensable de tan extraña existencia. Bastaría responderles:
los sueños nos hacen más felices. Celebrémoslo. Soñemos siempre que alcanzamos
lo inalcanzable. Luego, al despertar, vivamos un poco.
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