martes, 7 de mayo de 2013

Inminente revolución


La calma estival arrasó con las notas más graves de aquella espantosa primavera, plagada de lluvias y de días grises, llena de tristeza como un pantano vacío...

Todo quedó en calma, en inusitada paz... Parecía que el mundo hubiese comenzado justo aquellos días, que el alma de las sombras hubiese despertado de un aletargamiento circunstancial.

Un vívido silencio coronaba la paradójica representación, en eso consistía la nueva época, en un crujir ralentizado que no terminaba de chirriar.

Blandían las calles los edificios, salpicados de pereza y de desolación, pero no importaba, bastaba restregarse los ojos para tomar auténtica conciencia de lo verdaderamente observable.

Las chicharras gobernaban los minutos, las horas y las semanas, consagrando su canto a un Dios infernal, y relamían las ilusiones de aquellas pocas personas que todavía se atrevían a soñar. Devastadoras de Aves Fénix, mataban sin quererlo.

A lo lejos, aunque no se sepa aun bien de qué, un lugar resplandecía. Nadie osaba acercarse. El miedo paralizaba a hombres y a mujeres, que no eran más que simples y ensombrecidos pegotes en un punto de paso...

Algunos niños jugaban sin ganas; seguramente probaban a ser niños... Era triste observarles, adivinar en sus miradas la pereza que les suponía correr detrás de la pelota. Las madres, sofocadas, musitaban algo al primer desconocido que pasaba.

Y pese a todo, incluso pese a aquel calor asfixiante, había motivos para sentirse esperanzado... Algo empezaba a cambiar. 

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