jueves, 11 de abril de 2013

¡Actúa!


El ciclomotor echó a volar cual gaviota que de pronto decide ir a pie por el monte. Desplegó sus alas y alzó el vuelo... Ni la espesura de la noche, ni el frío del invierno, amansaron sus ansias... Las estrellas eran como luces restregadas por una especie de criatura mitológica. Sonaban las campanas, sus tañidos golpeaban contra la calma inmersa en los arrabales... Y él lo veía, observaba, desde la altura, a sus viejos compañeros, todavía a aquellos pequeños ciclomotores que no habían aprendido a volar. Se apiadaba del servilismo del que él antes también pecaba, de la soledad que padecían sus camaradas, ahí, abandonados en la calle, tal vez ajenos a la realidad que forzosamente les constreñía. Y desde la tierra, cualquiera que mirase al cielo, vería un cuerpo "desmundado", una cosa apartada... Un misterio desterrado que lograba pertenecer desde la nada. Como quien muere en vida, pero al revés. A cada instante, quedaba fascinado y sonreía. Parecía que ocultase un dolor inmenso. Recordaba, remotamente, las carreteras, igual que un eco muy lejano y apenas perceptible. El asfalto era distinto. Los callejones, que tantas veces había recorrido hasta ayer, eran diferentes, como aparecidos por arte de magia tras inspirarse un brujo en su imprecisa  memoria; lugares extraños y destartalados. Míseros retazos de una verdad reinventada. Después quiso recorrer la luna y los demás planetas, orbitar por la galaxia como una nave sin rumbo en medio del infinito... Posiblemente fue un suicidio premeditado; y aun y así no le importó. Dejó una examine estela. Un vago recuerdo unido para siempre a una noche inconcebible.

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