Ella jamás le
vio en persona, apenas recordaba su nombre pero en cambio estaba enamorada de
él... No podía asegurar por qué red se habían conocido, ni si le había dicho si
tenía treinta o treinta y cinco años. Sin embargo hablaban cada día, a diario
se comunicaban mediante una aplicación de mensajería instantánea y también se
veían por la cámara web. Pronto surgió entre ellos el idilio y las ganas de
celebrar una ciber boda por todo lo alto. Ella se imaginaba durmiendo a su
lado, recostada sobre su pecho... Le gustaba leer acerca de historias de amor tal y
como eran cien años atrás... ¡Qué tiempos! - pensaba- Añoraba un siglo en que
la vida era algo más que aquello, en que los cuerpos anhelaban estrecharse con
fuerza, apretarse impunemente provocando uno el dolor del otro. Ahora era
distinto. Su madre podía ser cualquiera, y ese hombre, el hombre al que amaba
con todo su instinto, al que le contestaba efusivamente con mensajes de amor -
en realidad, de lo que le habían enseñado que era el amor- , podía ser incluso
su hermano. Todo, por tanto, rebosaba de una normalidad supina, como si nada ni
nadie pudiese desterrar aquella lenta cadencia que impregnaba cada latido de
cada hombre recluido en su soledad. Junto a la fotografía que usaba en la
aplicación, donde debía indicar su estado, escribió un resumen de lo que creía
que era su vida: una felicidad perfecta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario