lunes, 17 de marzo de 2014

Una felicidad perfecta

Ella jamás le vio en persona, apenas recordaba su nombre pero en cambio estaba enamorada de él... No podía asegurar por qué red se habían conocido, ni si le había dicho si tenía treinta o treinta y cinco años. Sin embargo hablaban cada día, a diario se comunicaban mediante una aplicación de mensajería instantánea y también se veían por la cámara web. Pronto surgió entre ellos el idilio y las ganas de celebrar una ciber boda por todo lo alto. Ella se imaginaba durmiendo a su lado, recostada sobre su pecho... Le gustaba leer acerca de historias de amor tal y como eran cien años atrás... ¡Qué tiempos! - pensaba- Añoraba un siglo en que la vida era algo más que aquello, en que los cuerpos anhelaban estrecharse con fuerza, apretarse impunemente provocando uno el dolor del otro. Ahora era distinto. Su madre podía ser cualquiera, y ese hombre, el hombre al que amaba con todo su instinto, al que le contestaba efusivamente con mensajes de amor - en realidad, de lo que le habían enseñado que era el amor- , podía ser incluso su hermano. Todo, por tanto, rebosaba de una normalidad supina, como si nada ni nadie pudiese desterrar aquella lenta cadencia que impregnaba cada latido de cada hombre recluido en su soledad. Junto a la fotografía que usaba en la aplicación, donde debía indicar su estado, escribió un resumen de lo que creía que era su vida: una felicidad perfecta.   


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