martes, 4 de noviembre de 2014

Ídem

Quiero contarte como me siento, o incluso un poco más, quiero que sientas mi piel, que puedas, casi, hasta ver lo que yo veo, y escuchar el silencio que a cada instante, que a cada milésima de segundo que pasa, sacude a mi alma solitaria. Quiero que te conviertas en mí, que puedas deslizar tus manos sobre el vacío y que su tacto, parecido al de las alas de una colosal mariposa, te recuerde al sabor de mi aliento, al perfume de una noche cuando, triste y tonto y apenas alumbrado por una luz que ni existe , la miro lánguidamente tras el cristal. Y quiero que escribas lo que yo escribo, y que los dos nos dejemos de ridiculeces; ¿aunque acaso no es todo una espantosa ridiculez? Quiero que seamos la misma naturaleza, que cuando yo mire a las estrellas tus ojos se inunden del color del cielo a la medianoche, que es el color de mis pasos -o tal vez de los nuestros- cuando intento avanzar y no avanzo. El mundo se hace muy pequeño, ¿no crees?, muy pequeño, tan pequeño que a menudo sus versos chorrean por el borde. Después llueve mansamente, como mansa es la poesía. ¡Estamos vivos! 

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